jueves, 18 de enero de 2024

Café literario

En un rincón desvanecido por el tiempo, entre estantes que guardaban susurros de siglos, yacía el café literario, un santuario secreto de palabras suspendidas en el aire. Las mesas, testigos mudos de historias, acogían almas que buscaban refugio entre páginas ajadas por el transcurrir efímero de los días. Allí, en ese santuario, habitaba el eco de un murmullo incesante, un susurro de vidas no vividas y mundos aún por descubrir.

En una de esas tardes en las que la luz dorada se filtraba, un joven, con mirada inquisitiva y anhelo en sus ojos, tomó asiento en una mesa antigua, donde un libro esperaba paciente su lectura. Sus dedos acariciaron las páginas desgastadas mientras su mente se sumergía en el mar de las letras. Y fue entonces cuando la frase grabada en la portada resonó en su ser como un eco lejano que llama a la revelación.

Imagen: Pinterest

Los relojes dejaron de marcar el tiempo, y en esa quietud, el joven halló un universo paralelo entre las líneas del libro, un cosmos donde los sueños tomaban forma y las palabras bailaban en una danza etérea. Algunos infinitos, comprendió, eran como aquel café literario, vastos y acogedores, llenos de posibilidades y encanto. 

En ese instante de epifanía, el joven supo que el tiempo en aquel rincón suspendido era un regalo, un espacio donde los mundos nacían y los corazones se entrelazaban en relatos sin fin. Y así, con la certeza de que algunos infinitos son más grandes que otros, escribió su historia entre suspiros de libros olvidados, tejiendo su propia eternidad en las páginas que yacían en sus manos.

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