jueves, 22 de febrero de 2024

Etrus y el reloj mágico

Era un barrio pequeño, casi de cuento, con calles estrechas y adoquinadas, con comercios tradicionales, con parques no muy grandes, con un riachuelo tímido de aguas cristalinas bordeado por finos árboles que esculpían sombras y refugio.

Así, en uno de aquellas estrechas calles, donde el susurro del viento danzaba entre las sombras, existía una relojería en la que la magia reposaba en los engranajes del tiempo. Allí, el maestro Horacio Tempo custodiaba un tesoro único: el Cronos Detenido, un reloj que marcaba los segundos con pasos de eternidad. Todo el mundo pensaba que era una leyenda, una historia inventada ha de los tiempos por quien un día perdió el norte entre las saetas de su vida. Pero un día, ocurrió algo. Y es que cuando los cuentos se juntan con los soñadores, cualquier cosa puede acontecer.

Etrus era un joven soñador, un embaucador de las realidades para convertirlas en sueños. Hacía poco que había descubierto el barrio y, cautivado por su bucólico encanto, encauzó una de aquellas callejuelas. Pasó varias veces ante el escaparate de la relojería y quedo maravillado por todo cuanto se exponía. No tardó en fijarse en ese reloj legendario. Tenía algo especial, mas no sabía qué era. Tras un poco de charla con el relojero, adquirió aquel reloj. Solo se preguntaba porqué estaba parado, pero porqué era tan hermoso.

Al activar sus mecanismos, se sumió en una sinfonía silenciosa, donde las risas y los suspiros quedaron suspendidos en el éter del ahora. Etrus, envuelto en la quietud del tiempo congelado, buscó la guía del sabio maestro Tempo. Este, con sus ojos centenarios, le reveló el secreto oculto en el latir del Cronos Detenido. Solo al abrazar la danza del tiempo, con sus giros y vueltas, encontraría el verdadero propósito de su viaje. Con coraje, Etrus giró la corona en sentido contrario, desatando un susurro en la trama del tiempo. La realidad cobró vida, las hojas volvieron a danzar y las risas resonaron como melodías olvidadas. Etrus, ahora sabio, entendió que el tesoro no radicaba en detener el tiempo, sino en danzar con él. 

Imagen Freepik

La leyenda del Cronos Detenido se desplegó como las páginas de un cuento, confirmando la verdad de aquella leyenda que todos los habitantes del barrio y de la ciudad daban por cuento fantástico. Tuvo que ser aquel joven soñador quien les hiciera descubrir que la verdadera magia residía en abrazar cada instante. 

La relojería de Horacio Tempo se convirtió en un santuario donde los buscadores de sueños acudían en busca de lecciones que solo el tiempo y la sabiduría centenaria, convertida en poesía, podrían revelar.

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