Es un día soleado cuando Clara decide explorar el Bosque Imaginado. Desde pequeña había oído relatos sobre su magia; la gente decía que el Bosque podía leer los corazones de quienes entraban. Con cada paso que da, siente cómo la energía del lugar la envuelve. Las ramas se mueven suavemente, casi como si le dieran la bienvenida.
Pronto encuentra un claro bañado por la luz dorada del sol. En el centro crece un árbol anciano, su tronco torcido y lleno de cicatrices cuenta historias de generaciones pasadas. Al acercarse, siente una conexión profunda. El árbol le habla en un susurro: «Cada pensamiento que has tenido ha dejado una huella en este lugar. Aquí, tus sueños pueden florecer.»
Imagen: LuzIA |
Cierra los ojos y comienza a imaginar. Visualiza historias de amor y aventuras épicas, mundos donde la tristeza se transformaba en esperanza. Mientras lo hace, el Bosque empieza a cobrar vida: flores de colores vibrantes brotan del suelo, y criaturas fantásticas emergen entre los arbustos.
Cuando Clara finalmente sale del Bosque, llevaba consigo una renovada inspiración. El Bosque Imaginado no solo había sido un refugio; había sido un espejo de su alma, recordándole que la fantasía tiene el poder de cambiar la realidad. Con una sonrisa en el rostro, promete regresar y seguir tejiendo historias en aquel mágico lugar donde los sueños nunca mueren.
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