jueves, 21 de noviembre de 2024

El escritor jardinero

En el Bosque Imaginado, las palabras crecen en las ramas. El escritor jardinero, de barba musgosa y dedos manchados de tinta y tierra, camina descalzo, entre raíces enmarañadas y hojas susurrantes. No lleva papel ni pluma; su herramienta es una pequeña pala de plata que hunde en el suelo para plantar semillas de historias. Cada grano, una posibilidad, una idea a punto de florecer.

Se inclina sobre un claro del Bosque y, con la delicadeza de quien planta una flor rara, introduce en la tierra una palabra susurrada: futuro. Y así, del suelo, brotan tallos en espiral que se entrelazan y florecen en versos y metáforas. Un pétalo dice esperanza, el siguiente misterio, el otro pasado. Es un jardín de conceptos y posibilidades que se expande y cobra vida, creciendo en direcciones impredecibles.

Imagen: GPT3.5

Pero no intenta controlarlo. No lo poda ni lo guía, solo observaba cómo el Bosque se despliega a su propio ritmo. Cada planta, cada rama es una bifurcación narrativa, un universo que él mismo desconoce. Aquí no hay rutas preestablecidas, ni finales fijos. El tiempo se desliza de una hoja a otra, el pasado puede estar enraizado junto al porvenir, y el presente fluye como la savia invisible que conecta cada palabra.

A veces, se encuentra frente a árboles enormes, de troncos llenos de caracteres tallados que nadie ha leído aún. Los acaricia, intentando descifrar sus historias, y algunas veces logra comprenderlas; pero otras, las palabras se desvanecen como humo al contacto con su piel.

Un día, al llegar a un rincón del Bosque, encuentra un tallo que no recuerda haber plantado. Qamar —le susurra la planta— y el escritor sonríe. El Bosque Imaginado ha vuelto a hablarle, recordándole que la mejor historia es aquella que crece más allá de su creador, una historia que, como el Bosque mismo, es libre de entreverarse y expandirse en todas direcciones.

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