En el corazón del Bosque Imaginado, donde los senderos se entreveran como pensamientos y las ramas susurran historias, se alza un horno peculiar. No está hecho de ladrillos ni de piedra, sino de raíces antiguas, hojas brillantes y un fuego etéreo que nunca se extingue. Le llaman el Horno del Bosque y allí se cuecen, a fuego lento, las historias más luminosas de este mundo y de otros.
Cada noche, cuando la luna azul errante, Qamar, dibuja su arco plateado sobre los cielos, el horno cobra vida. Los guardianes del Bosque –hadas, duendes y criaturas cuánticas como Ratoner– llevan pequeños fragmentos de inspiración que han recolectado durante el día: el destello de una lágrima, el reflejo del arcoíris en una gota de rocío, o incluso el eco lejano de una risa olvidada.
Imagen: Luzia |
El horno los recibe con calidez, absorbiendo cada esencia y mezclándola en su fuego brillante. De su interior emanan pequeñas haces de luz que se alzan al cielo, como luciérnagas danzantes. Cada rayo de luz lleva consigo una historia aún por escribirse, un fragmento de un sueño que buscará refugio en la imaginación de quien esté dispuesto a recibirlo.
Una noche especial, Qamar desciende al horno para dejar un regalo único: una chispa de su propia esencia, azul y errante. El fuego del horno chisporrotea con alegría y, en respuesta, crea una historia tan luminosa que todo el Bosque queda envuelto en un fulgor suave y mágico. Es una historia sin palabras, pero cualquiera que se acerca puede sentir su mensaje: esperanza, creatividad y conexión.
Desde entonces, el horno arde con más fuerza, iluminando los caminos del Bosque e inspirando a todo aquel que entra en su esfera. Porque en el Horno del Bosque, las historias no solo se cuecen: se convierten en luz eterna.
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