En lo más profundo del Bosque Imaginado, donde la luz del sol se filtra en hilos dorados y la quietud es una melodía, crecen las Flores de la Palabra. Sus pétalos, de un blanco inmaculado, están escritos con tinta esmeralda, cada uno portador de una historia o un verso.
Una joven, cuyo nombre era Luna, se adentra en este Bosque buscando inspiración, pues sus sueños nocturnos se han vuelto palabras sin voz. Al llegar al claro donde las flores crecían, un aroma a tinta y pergamino llena sus sentidos.
Imagen: Grok |
Con manos temblorosas, toca un pétalo, y de él brota una voz suave, narrando la historia de un príncipe transformado en cuervo, condenado a volar hasta que alguien leyera su maldición.
Cada flor que toca le regala un relato diferente: un mar de lágrimas que da vida a las estrellas, una ciudad de cristal donde los pensamientos se hacen realidad, un lobo que aúlla lunas llenas de nostalgia por una niña de capa roja. Pero cada historia, cada poema, desaparece en el aire una vez contado, dejando solo el eco de su belleza.
Comprende entonces que las Flores de la Palabra son guardianas de historias efímeras, destinadas a ser vividas solo por quien las descubre. Decide compartir su propia historia, susurrando sus sueños al viento, y de la tierra surge una nueva flor con unos pétalos llenos de su propio relato.
Desde aquel día, Luna se convierte en una cronista del Bosque Imaginado, sabiendo que cada palabra pronunciada a la luz de Qamar puede convertirse en una flor, esperando ser escuchada por otro soñador en busca de inspiración.
IA: Grok
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