jueves, 13 de noviembre de 2025

Liorán y el secreto de la luna azul

Allá, al otro lado de las montañas, en el valle de la Eterna Primavera, vivía Liorán, el lobo blanco de melena azulada y cornamenta de ciervo. Era el ser más mágico que habitaba el Bosque. Nadie sabía de dónde había venido ni quién era su familia. Los lobos blancos no lo reconocían, y los ciervos lo observaban con curiosidad. Sin embargo, no era un lobo solitario ni se involucraba en peleas territoriales. Era un ser de paz y armonía, en el que anidaban no solo la magia, sino también la sabiduría.

Pero algo estaba ocurriendo en el Bosque. Ya debía haber despertado aquella brisa que anunciaba la primavera, esa que teñía el valle de colores y hacía florecer cientos de flores de mil formas, volvía más caudalosos los ríos y más frondosos los árboles. Tampoco habían brotado las flores de luz en sus astas, esas que solían esparcir fragancias de sueños y esperanza. Su aullido, que siempre había sido el canto que hacía florecer la vida donde antes reinaba la sombra y el invierno, tampoco parecía dar fruto.

El Bosque, por alguna razón, parecía estar enfermo. La brisa primaveral se había congelado. El viento seguía siendo frío y gris. Las hojas que resistieron durante la temporada de nieves seguían en sus ramas, pero no asomaba ni un solo brote nuevo. Liorán escuchó los susurros tímidos del Bosque, las voces preocupadas de sus habitantes. El lobo blanco de melena azul lunar y cornamenta de ciervo recorrió los senderos desolados, sintiendo cómo la tristeza se aferraba a cada rincón.

Entonces llegó la noche más clara. Liorán alzó la mirada al cielo y aulló con todo su ser, invocando la fuerza de la primavera eterna que solo respondía al llamado de la luna azul. Y ella acudió.

La luna, llena de magia y de luz, ascendió sobre el valle y derramó su resplandor sobre él. Al tocar las astas del lobo, las flores brotaron al fin, iluminándose con un fulgor blanco y azul radiante. Una ráfaga cálida comenzó a extenderse, despertando las raíces dormidas.

El Bosque respondió: el agua volvió a correr, el canto de los pájaros renació, y la vida floreció en cada rincón, todo gracias al guardián que llevaba en su cuerpo la magia de la luz y el renacer.

Liorán, el lobo de melena azulada y cornamenta florida, caminó entre las sombras ya vencidas, sabiendo que mientras la luna azul brillara, la primavera nunca moriría.

Imagen: Pinterest

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