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| Fotografía digitalizada con IA de Victoria Beata |
Dicen que, en los valles del norte, donde las montañas verdes parecen dormir bajo mantas de niebla, habitan dos figuras que nunca envejecen: Nocturna, la gata negra de ojos de cobre, y Bran, el cuervo de alas azuladas como la medianoche.
Cada noche, cuando la luna se posa sobre el río como una moneda lanzada por los dioses, los dos bajan desde las ruinas del viejo torreón. Nocturna camina sobre la hierba como si flotara; Bran la sigue en vuelos cortos, dejando que su sombra cruce el agua dormida.
No hablan. No lo necesitan. Se entienden en los reflejos.
A veces se sientan al borde del río, donde todo lo que son y lo que fueron se dibuja sobre la superficie: una gata que una vez fue oráculo de una reina caída, un cuervo que guardó secretos de reyes que ya no tienen nombre.
Dicen que quien los vea sin ser visto conocerá su destino.
Dicen que bajo la luz de la luna, el río les susurra las historias del mundo.
Y ellos escuchan.
Siempre escuchan.

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